martes, 8 de enero de 2008

Viendo al gran Wyoming y olé!

Un azote merecido a la España más despreciable, a la que aplaude el fraude, a la picaresca, aquella donde la justicia es injusta, donde la luz no se usa para vislumbrar la verdad sino para disimular las sombras, y donde por la noche los guantes blancos iluminan la vergüenza del que calla. Comprendo que a mucha de las gentes varias de España no guste: no es fácil reírse con una ausencia total de insultos ni contando con descerebrados que rellenan espacios entre publicidad. Desde mi minarete más altivo, mi talante subversivo de la moral cómoda y mi indiferencia hacia la impávida sociedad, presto mi mano al verdugo de la noche, no para hacer más fuerza sino para tenerla y no bajarme, como nunca dijo Mafalda, de este mundo.

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